La vida es como el ajedrez, cada decisión que tomas es una jugada que define tu futuro.

El amor propio es amplio, y en esta entrada quiero hacer énfasis en la toma de decisiones, llegar a la acción.

Cada cierto tiempo hay singularidades que se van aclarando en cada proceso, y desde el último eclipse del 2020 lo que he sentido es que la verdad, sale a la luz siempre, pero a su debido tiempo, no puede esconderse por siempre, y crecer tiene mucho de eso también.

Podemos recordar cuando éramos niños, u observar el comportamiento de los niños cerca, ellos juegan, se mueven de un lado a otro, exploran, descubren, tienen tanta imaginación, crean mundos nuevos donde son los protagonistas de historias mágicas, de hecho su maravillosa capacidad creativa les permite soñar, se relacionan desde la ingenuidad. Esa capacidad, de adultos la vamos perdiendo, y aunque cada adulto tiene a su niño interior incorporado en sus emociones, ya de adultos funcionamos de manera diferente, nos cuesta movernos hacia lo desconocido, más bien buscamos estabilidad. Perdemos de vista la emoción que nace al ver algo por primera vez. De hecho, muchas veces pensamos que por un fracaso estamos condenados a repetir el mismo resultado, y puede que sea así, pero ...

Como toda moneda con 2 caras, podemos acertar o errar. Y esas posibilidades, de adultos las seguimos teniendo, pero por miedo al fracaso y en definitiva al sufrimiento, tomamos decisiones con todos los resguardos posibles, no le ponemos mucha oreja a la intuición. Cuando somos capaces de escuchar nuestra vocesilla interior, y le damos credibilidad, apostamos por nuestro potencial. Ahí está la verdad.

A mis lectores, los invito este año a atreverse, y principalmente a ser protagonistas de su propia historia. A encontrar la verdad que cada uno tiene en su corazón. A soñar con los anhelos de vida y también a ir por ellos. Porque el trabajo duro tiene frutos, pero hay que tener claridad de conlleva sacrificios.

Con amor, C.